- Predicador:
- Pr. Pedro Blois
- Serie:
- Efesios
- Libro:
- Efesios
- Fecha:
- 03/10/2021
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Sermón 2: Un canto de adoración
(1) En el sermón de hoy comenzaremos a meditar en el texto más bello de las Escrituras. En estos versículos el apóstol Pablo alcanza la cumbre más alta de todos sus escritos. Ciertamente es un privilegio acercarnos al texto de hoy, pero también es un gran desafío. La interpretación de estos versículos no es sencilla… cada palabra es importante, y cada pensamiento está íntimamente conectado con el otro en el fluir de las ideas.
Así que os pido paciencia y atención en la medida en la que subimos este precioso Everest de las Sagradas Escrituras.
Los versículos 3 al 14 contienen una sola frase en la que el apóstol Pablo nos provee de un canto de adoración y gratitud… como si en un solo aliento él derramase su corazón delante de Dios.
El canto está dividido en tres grandes apartados. Cada uno de ellos destaca la obra de una de las Personas de la Trinidad en la Salvación de su pueblo. Hemos sido: 1. Escogidos por el Padre (v.3-6); 2. Redimidos por Jesucristo (v.7-12); 3. y Sellados por el Espíritu Santo (v.13-14). Cada apartado termina con la frase: “la alabanza de la gloria de su gracia” (v.6, 12, 14).
Por lo tanto, este es un canto al Dios Trinidad por su Obra de Salvación.
Hoy, a modo de introducción, estaremos considerando juntos el v. 3, que es la sentencia más importante – central – de todo el canto de adoración.
Leemos:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo…” Ef. 1:3.
(2) Leemos en el v.3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo…”. Pablo comienza reconociendo que Dios es digno de nuestra adoración. La palabra bendito (“hablar bien”) aplicada a Dios implica que Él merece nuestra admiración y reconocimiento… que en todo Le seamos agradecidos. Aquí encontramos al pueblo de Dios adorando a su Dios.
- Esto es importante – en primer lugar – porque nos recuerda que el fin último de nuestra salvación es adorar a Dios… es deleitarnos en Él para siempre (Catecismo Menor de WM).
En efecto, esta es la mayor dádiva de la salvación: que nuestros corazones sean capaces de gozarse en Dios, de disfrutar de Él en, y por encima, de todo lo creado. Leemos en el canto acerca del propósito último de nuestra salvación: “para alabanza de la gloria de su gloria” (v.6).
Esto es importante por lo menos por dos razones importantes:
- La primera es que Dios es el único digno de nuestra adoración. Faltamos a la verdad cuando no le reconocemos por encima de todas las cosas, y las consecuencias son devastadoras. Un Dios cuya valía es infinita, sólo puede juzgar infinitamente a los que no se la otorgan. Por otra parte, no hay mayor bien para la criatura que deleitarse en Dios y adorar su Nombre.
- En segundo lugar: porque no hay nada que defina más nuestras vidas como el objeto de nuestra adoración. Él colmará nuestros pensamientos, gobernará nuestras emociones, determinará nuestras agendas (tiempo, dinero, fuerzas, habilidades, etc), y, sobre todas las cosas, moldeará nuestro carácter. Leer Salmo 115:3-8.
Ap. Hermanos, asegurémonos de que el conocimiento que tengamos de Dios – de su Palabra – promueva en nosotros adoración… nos lleve a decir: “Bendito”. Si no lo hace, puede que sigamos viviendo en obediencia a los mandamientos, pero nuestros corazones sedientos buscarán otras fuentes para satisfacer su sed… y esta es la fuente y razón de muchos pecados.
- Finalmente, este canto nos anima a dar expresión a nuestra alabanza… a verbalizar nuestra adoración. Pocas cosas son más saludables para el alma del cristiano que dar expresión a la alabanza, tanto a solas como en la congregación. Recuerdo a un precioso hombre de Dios – ministro del evangelio – que decía que uno de los recuerdos de su infancia que Dios utilizó para su salvación fue la voz potente de su padre alabando al Señor los domingos. No en vano los Salmos nos llaman una y otra vez a alzar nuestra voz en alabanza delante de Dios.
APLICACIÓN
A modo de aplicación:
¿Se alegra tu corazón en Dios? ¿Das expresión a la adoración?
(3) Seguimos en el v.3, para considerar ahora el objeto de nuestra adoración, cómo se refiere el apóstol al Dios que adoramos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo…”.
¿Quién es el Dios a quien el cristiano adora? Hoy en día son pocos los que pueden responder a esta pregunta… aún entre los cristianos. Creo que para la mayoría Dios es algo así como una fuerza cósmica e indefinida, o tal vez una deidad infinita y distante (…).
Pablo apunta en otra dirección:
- Lo primero que nos dice es que este es un Dios Personal. En efecto, este es un Dios definido por una relación personal que acontece en sus mismas entrañas. Él nos habla del “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”, de donde vemos que estamos ante un Dios que es Padre, de modo que siempre ha tenido un Hijo, y que es Hijo, de modo que siempre ha tenido un Padre.
Este es el Dios personal al que los cristianos llamamos Trinidad… y es imposible que entendamos las riquezas que tenemos en Él, si no le conocemos como Padre, Hijo y Espíritu Santo. No seremos capaces de conocer las riquezas de su salvación si no entendemos esta realidad.
Esto acontece porque, como veremos más adelante en el canto, el mayor beneficio de nuestra salvación es disfrutar de Dios como nuestro Padre; esto es posible porque Él es el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Jesucristo es el Hijo… nosotros somos hijos adoptados (v.6).
- Lo segundo que aprendemos es que sólo podemos conocerle mediante Jesucristo. En palabras de Juan Calvino: “…porque su majestad es demasiado alta, y demasiado oculta y demasiado profunda para nosotros. Pero Jesucristo se ha comunicado y acomodado a nuestra debilidad, y nos ha enseñado lo que era necesario conocer para llegar a Dios su Padre.”
Hermanos, Jesucristo ha de ocupar el centro de nuestras consideraciones si es que de verdad queremos conocer al Padre. La meditación en Él – y en su obra de redención – debe ser el centro continuo de nuestra meditación y de nuestros afectos. Recordemos sus palabras: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” Juan 14:6.
(4) Seguimos en el v.3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo…”.
En este punto aprendemos las razones por las que bendecimos a Dios.
- Leemos que nosotros bendecimos a Dios porque Él nos bendijo primer… nosotros “hablamos bien” de Él porque Él “habló bien de nosotros”.
El Padre nos bendice de un modo distinto al que nosotros Le bendecimos:
Que Dios el Padre nos bendiga significa que Él nos colma de todo aquello que es para nuestro bien. Al bendecirnos – al hablar bien de nosotros – su propia Palabra promueve los beneficios que proclama sobre nuestras vidas. Y nosotros, al bendecir-Le, sencillamente reconocemos gozosos su amor y bondad… pues nada más podemos ofrecer delante de Él.
La imagen que me viene a la mente es la de la luna, cuya luz no es más que reflejo de la luz que le proyecta el sol. Así es la vida del creyente (su adoración, obediencia, entrega).
Esto nos recuerda que la vida cristiana no es una conquista del hombre, que la adoración del creyente – toda su obediencia y entrega a Jesucristo – no es el logro de sus fuerzas. Antes, todo lo que es agradable a Dios en nuestras vidas no es más que el reflejo de su sola gracia en nosotros.
Si os dais cuenta, todo el canto de adoración nos habla solamente de lo que Dios ha hecho a nuestro favor. Nuestra fe no aparece hasta el v.14 (como expresión de Su gracia).
Hermanos, la vida cristiana es un don de Dios, es la manifestación de su bondad eterna e inmutable derramada sobre su pueblo.
Como leemos en Juan 1:16:
“Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia…”.
- Pasemos a considerar la clase de bendiciones que hemos recibido.
Leemos en el texto: “… que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (v.3).
- Lo primero que es una bendición irrevocable y completa. El apóstol nos dice que Dios “nos bendijo” (aoristo) En otras palabras, que el cristiano ha sido bendecido de manera definitiva por el Padre. Como veremos en todo el canto, nadie puede privar al cristiano del favor divino. Nos recuerda la palabras de Cristo: “Consumando es”.
Además, el término “toda” hace referencia a “toda clase de bendición”, dando a entender que no hay ningún área en la vida del creyente que haya sido descuidada por nuestro Padre. Así como un padre que sabe que sus hijos necesitan techo, abrigo, comida, afecto, educación, disciplina, etc., Dios se ha encargado de bendecir a los creyentes en todo lo necesario.
- Se destaca que es una “bendición espiritual”.
Hermanos, cuando el apóstol nos habla de bendición espiritual no quiere decir que el Padre no nos colme de bendiciones materiales el tiempo entero. En efecto, no hay un día en el que hijo de Dios no deba estar agradecido por los muchos bienes de los que el Padre le colma.
En este sentido, es interesante notar cómo, especialmente en el A.T., las bendiciones que Dios prometía a su pueblo solían expresarse en términos materiales. Solamente tenéis que leer Levíticos 26 para ver el modo tan físico en el que se prometían las bendiciones de Dios.
Y, de todos modos, lo cierto es que las bendiciones materiales son limitadas, ellas no corresponden a nuestra mayor necesidad. Considerad el ejemplo del pueblo de Israel:
Fueron liberados de la esclavitud de Egipto; vieron cómo el mar se abría; fueron testigos de los milagros diarios de Dios dándoles abrigo y alimento en el desierto; fueron sanados de sus enfermedades. Y la gran mayoría de ellos murió en el desierto lejos de la comunión con Dios.
Hermanos, la mayor necesidad del hombre es la necesidad espiritual.
Necesitamos que se nos perdone de nuestros pecados (una conciencia limpia); necesitamos ser reconciliados con Dios; necesitamos nuevos afectos… afectos santos que amen la obediencia; necesitamos una esperanza de gloria, una esperanza capaz de llevarnos a navegar por los sufrimientos de nuestra existencia… y ¡estas son sólo algunas de las bendiciones que el Espíritu de Dios nos otorga!
Puede que en el orden material tengamos que se privados de muchas cosas; puede que la enfermedad golpee a nuestra puerta y el cuerpo se deteriore con rapidez; pero aquel que ha sido colmado con bendiciones espirituales seguirá siendo rico y tendrá de qué gozarse.
El hombre que es rico en su espíritu tiene la única riqueza que permanece (…). Aquel que tiene al Espíritu Santo de Dios tiene todo lo necesario para vivir como Cristo y mostrar la belleza de Cristo. ¿Qué otra riqueza puede desear? ¿Qué otra riqueza puede pedir?
- Sigue el apóstol “…en los (lugares) celestiales”. Esta es una expresión preciosa. Ella nos recuerda algunas verdades imponentes respecto a la bendición que el Padre nos ha dado:
Aquí aprendemos que estas bendiciones no se reducen a la realidad presente. Hablamos de bendiciones que se extienden a la eternidad, a la Ciudad de Dios, a la Ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios. Estamos ante una bendición eterna.
Esto hace con que el creyente sea capaz disfrutar el presente con las manos abiertas. Agradecido con lo que tiene y desprendido ante lo que pierde, pues sus anhelos más profundos no descansan de este lado de la eternidad.
Así leemos acerca de Abraham (Hebreos 11:8-10): “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”
- Finalmente, aprendemos que esta bendición se encuentra “…en Cristo”
De aquí aprendemos que Jesucristo, como nuestro precursor, subió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre. Su presencia en los lugares celestiales es la firme garantía de que estas bendiciones vendrán a nuestras vidas.
Y que esta bendición fluye sobre su pueblo en tanto a que estamos unidos a Él – como la savia que fluye de la vid a los pámpanos. Es verdad que no viene todo de una sola vez, pero día a día el Padre, por el Espíritu, nos otorga la medida de gracia que necesitamos.
APLICACIÓN
Dejadme daros una aplicación importante para terminar: si verdaderamente queremos adorar a Dios (“Bendito”), debemos conocer-Le… meditar en Él. La falta de adoración en la vida de muchos creyentes sinceros – y el aburrimiento en general en la vida cristiana – deriva de estar absortos en sí mismos y en sus circunstancias. Sus mentes no saben lo que es meditar en Dios y, por lo tanto, tanto su adoración como su crecimiento en la fe son tan débiles… enclenques.
“…puedo dar testimonio, después de muchos años de experiencia pastoral, que las personas más infelices en su vida espiritual son las que siempre están pensando en sí mismas, en sus bendiciones, en su temperamento, en sus estados y condiciones. Para recibir sus bendiciones es necesario que Le contemplemos; y cuanto más Le adoramos, más recibimos sus bendiciones. Esto es muy práctico. El hombre práctico no es el que corre tras bendiciones, sino el que considera la Fuente de estas bendiciones y se mantiene arraigado a ella”. Martyn Lloyd Jones.
¡Espero que pueda animarte la consideración de la epístola a los Efesios!