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SERMÓN 1: INTRODUCCIÓN. Gracia y Paz a vosotros

 

EFESIOS 1:1-2.

1Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso: 2Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”

 

INTRODUCCIÓN: “en los lugares celestiales”

Este domingo comenzamos como iglesia una serie de sermones acerca de la epístola del apóstol Pablo a los Efesios. Y no dudo en afirmar que, así como Moisés ante la zarza ardiente, lo primero que deberíamos hacer es quitar el calzado de nuestros pies, pues esta es una tierra santa. No me equivoco en afirmar que no encontraremos una porción bíblica que se compare en belleza y gloria a esta preciosa epístola de Pablo a los Efesios.

Algunos la han llamado: “la porción literaria más extraordinaria jamás escrita”. No en vano era la epístola favorita del famoso reformador Juan Calvino, quien predicó 48 sermones sobre Efesios los domingos por la mañana entre mayo de 1558 y marzo del 59.

Como veréis en el trascurso de los sermones, en Efesios encontramos un compendio de la teología paulina. En los 6 capítulos de esta epístola el apóstol Pablo nos provee de un resumen conciso y potente de sus 16 escritos canónicos. Y esto es mucho decir, porque sin lugar a dudas estamos ante el más notable de los teólogos que jamás haya existido.

¿Cuál es el propósito del apóstol con sus escritos?

Pues bien, lo que Pablo hace aquí es algo muy notable, algo muy único en el registro bíblico. Lo que Pablo hace en esta breve epístola, por decirlo de algún modo, es correr las cortinas celestes para dejarnos vislumbrar – aunque sea un poco – lo que ocurre detrás de bastidores en nuestra salvación… que veamos de nuestra salvación “desde los lugares celestes”.

Solamente en esta epístola, el apóstol nos habla seis veces de los lugares celestes – siendo esta la única epístola en la que utiliza este lenguaje –, como si de alguna manera quisiera llevarnos a ese lugar para que encontremos ahí las fuentes más profundas de nuestra salvación (1:3).

Como si tan sólo por un instante se nos permitiera entrar en la sala oval de las moradas celestes para echarle un vistazo al documento que contiene el Plan de Salvación escrito en conjunto por las Tres Personas de la Trinidad.

En palabras del Dr. Martyn Lloyd Jones: “la característica peculiar de esta epístola es que en ella el apóstol parece estar en los lugares celestiales, y desde esa posición especial contempla el grandioso panorama de la salvación y la redención”. Allí veremos lo que Dios ha hecho desde la eternidad pasada para la salvación de su pueblo.

Al correr las cortinas de los lugares celestes encontraremos una cantidad de tesoros insondables de la obra de DIOS. Vemos: (i) El amor electivo del Padre (de dimensiones incalculables); (ii). La redención de Cristo (todo lo que tenemos en unión con Él); (iii). El sello del Espíritu Santo (cómo por el Espíritu disfrutamos de estas realidades desde el presente).

Veremos como toda la Trinidad participa de nuestra salvación.

Y Pablo lo resume como: “las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8).

Pero Pablo no se queda ahí arriba… en los lugares celestiales. Él desea que tomemos de esas riquezas y que vivamos la vida cristiana a partir de ellas.  La Iglesia (y cada creyente en particular) ha de anclar su IDENTIDAD en estas verdades eternas y descender vestida de ellas para cumplir su llamado.

 

Un pastor y teólogo llamado Rusell Shedd decía que en Efesios encontramos a la iglesia con la cabeza en los cielos, los pies en la tierra, y vestida de novia… a lo que he añadido: de soldado. Me parece esta una excelente imagen de lo que estaremos considerando en esta epístola.

 

En este primer sermón estaremos considerando una introducción general a la epístola. Estaremos meditando en los dos primeros versículos de la epístola, para considerar juntos: i. AUTOR de la epístola; ii. DESTINATARIOS; iii. TEMA principal, a partir del saludo inicial (v.2).

 

(2) AUTOR: En el primer siglo las cartas comenzaban con el nombre del autor y los destinatarios. Así leemos en el v.1: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios…”. El apóstol Pablo escribió esta epístola cuando se encontraba encarcelado en Roma 60 a 62 d.C. (Filipenses, Colosenses y Filemón… epístolas de la prisión). Él escribe a una iglesia plantada por él en su segundo viaje misionero, al pasar en la ciudad más de 2 años.

 

 

 

APÓSTOL DE JESUCRISTO, POR LA VOLUNTAD DE DIOS

Pablo escribe como “apóstol de Jesucristo”. Esto es importante. Pablo no escribe de su propia autoridad, sino a partir de la autoridad de Cristo.

Los apóstoles fueron comisionados por Jesucristo para establecer y proclamar con autoridad la doctrina del evangelio. Ellos recibieron autoridad para establecer los fundamentos de la fe. Por lo tanto, cuando Pablo escribe como apóstol, espera que sus escritos sean recibidos como Palabra de Dios. Estamos ante un texto canónico, inspirado por el Espíritu Santo…  Y así debemos recibirlos.

Pero Pablo también aclara que su apostolado es “por la voluntad de Dios”, indicando con esto que no fue él quien se autoproclamó apóstol, ni fue hombre alguno el que le atribuyó el título. Fue Dios escogido por Dios para desarrollar esta tarea y comisionado directamente por Jesucristo.

 

PABLO

(i) En ella, un antiguo fariseo orgulloso exalta la gracia de Dios como principio de la salvación.

En muchos sentidos, Pablo (traducción griega del nombre hebreo Saulo) es uno de los hombres más extraordinarios que jamás ha pisado la Tierra. Sus padres eran judíos, y él fue criado en el más estricto judaísmo de su época (fariseos), a los pies del mayor maestro de su tiempo, Gamaliel. De modo que Pablo era un gran conocedor de las Escrituras del Antiguo Testamento, además de ser un hombre disciplinado en la obediencia a la Ley.

Se cree que muy probablemente Pablo haya llegado a formar parte del Sanedrín, el órgano religioso y político más importante de los judíos de su tiempo (como ser parte del Parlamento en nuestros días).

Por otro lado, Pablo había nacido en una ciudad importante del imperio romano: “Tarso”… ciudad conocida por su amplio desarrollo cultural y filosófico. De modo que Pablo era un ciudadano romano desde su nacimiento, y había sido educado en el conocimiento de la cultura romana y de la filosofía griega de su tiempo… tanto que podía citar a los filósofos griegos sin ninguna dificultad (todo esto está documentado en Hechos).

A lo anterior hemos de añadirle el carácter con el que la Providencia había dotado a este hombre. Jactancia es la palabra que mejor se adapta a Pablo (tanto antes como después de su conversión – “en sí mismo”, “en Cristo”).

Pablo era un hombre fuerte y orgulloso… que no temía a hombres. Cuando él consideraba que algo era justo – como perseguir a la iglesia por el daño que causaba al judaísmo – no dudaba en hacerlo sin ponderar el coste.

Pues bien, si alguien tenía de qué enorgullecerse delante de Dios y de los hombres, ese era Pablo, si alguien podía creer que el favor divino se puede alcanzar en el ejercicio de sus propias fuerzas, en su férrea obediencia a la ley de Dios, ese era Pablo; si alguien podía pensar que el hombre es capaz de establecer su propia dignidad y gloria, ese era Pablo (…).

Pero aquí le vemos escribir una epístola en la que declara con toda su potencia que el hombre y toda su gloria no son más que muerte delante de Dios, y que nuestra única esperanza en la vida es la gracia del Padre – su favor inmerecido; y que la sola gracia es el fundamento de la salvación.

 

Así leemos en la epístola:  

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.Efesios 2:4-10.

¡Esto es lo que experimentó Pablo cuando Jesucristo vino a su encuentro! Él se dio cuenta que todo aquello en lo que se jactaba no era más que muerte, muerte… él estaba muerto delante de Dios. Pero también entendió que la gracia de Dios vino a su encuentro en Jesucristo.

Él entendió que el amor del Padre no se establece en los méritos del hombre, sino en su sola gracia por la que nos proveyó de Jesucristo… de su muerte en la cruz y de su justicia como vestido. De modo que el único motivo de orgullo real es Jesucristo y su obra en la cruz. Esto es singular al evangelio… esto no lo encontrarás en ninguna otra filosofía o religión (!).

Quiero deciros que esta es la experiencia básica de todo verdadero creyente. El creyente no es alguien que solamente se duele por sus pecados, sino quien desecha como basura todas sus obras de justicia para abrazar gozoso la gracia de Jesucristo, Su amor y Su obra a su favor. Solamente en Jesucristo el orgullo humano se desinfla y se establece sobre un buen fundamento… en el amor del Padre.

(ii). En ella un antiguo judío nacionalista alaba la inclusión de los gentiles en la Iglesia de Cristo.

A veces pienso que cuando el Padre escogió a Pablo como apóstol a los gentiles debe haber retumbado una gran carcajada en el Cielo. Lo digo con reverencia. Pienso que debía ser una carcajada noble… divertida. Lo cierto es que ¡no había nadie más improbable para la tarea que Pablo!

Criado en el más estricto judaísmo, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos, en cuanto a la ley, fariseo… ¡No puedo pensar en nadie más nacionalista que Pablo!

Y en esta epístola el apóstol se dirige a los gentiles en los términos más tiernos posibles… él nos advierte que, aunque ocupamos el segundo lugar en la Historia de la Redención – la salvación viene de los judíos – eso no disminuye en nada el amor que el Padre nos tiene.

Si queremos ver dónde se encuentran las fuentes nuestra salvación, tenemos que contemplar el amor eterno del Padre y la obra consumada de Jesucristo. Él nos dirá que en la iglesia de Jesucristo los gentiles son tan amados por Dios como lo son los judíos. Jesucristo nos hizo

“un solo cuerpo”.

 

(3) Pasemos ahora a considerar los DESTINATARIOS de la epístola. Leemos:

“… a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso” (v.2).

Aquí encontramos la descripción de los creyentes y su localización…

 

 

Comencemos con Éfeso: “…en Éfeso…”

Éfeso era una de las 3 ciudades más importantes del Imperio Romano en la región de Asia (Antioquía y Alejandría). La ciudad destacaba por alto desarrollo cultural y filosófico. En términos de elocuencia y cultura, solamente Corinto podía rivalizar con Éfeso. Y esto sin contar su buen progreso económico.  Aquel era un centro cultural importante.

Y junto a este desarrollo cultural, aquella era una sociedad increíblemente supersticiosa. Allí se practicaba la magia y el espiritismo como cosa común.

El lugar más importante de Éfeso era el Templo de la diosa Diana (Artemisa) – diosa del poder y la fertilidad –, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Era un Templo conocido por la práctica masiva de la prostitución como culto a Diana. Hay escritos antiguos que decían que el sol, en todo su recorrido, no veía nada más bello que el Templo de la diosa Diana.

Queridos hermanos, fue allí que el apóstol Pablo llegó en su segundo viaje misionero (estuvo allí por más de 2 años)… y fue allí donde comenzó a predicar el evangelio de Jesucristo. Y el resultado fue notable. Bajo mucha persecución el evangelio se extendió y muchos vinieron a Jesucristo.

Tanto es así que el evangelio se extendió desde ahí a toda la región de Asía.

De modo que los creyentes en Éfeso tenían una doble morada… además de estar en Éfeso, estaban “en Cristo”… y esto era lo más importante en sus vidas. Aunque aquí hay un misterio importante, lo cierto es que el creyente es alguien que está vitalmente unido a Jesucristo.

Ha sido unido a Cristo por el Padre antes del principio de los tiempos, y ha sido unido a Jesucristo por el Espíritu al depositar su fe en Él. Y unidos a Jesucristo esto es lo que somos:

“santos y fieles”.

Así es como define a los creyentes… y esto es lo que son todos los verdaderos creyentes. Aquí el apóstol no está hablando de ciertos santos canonizados, no está hablando de una élite de cristianos que se eleva por encima de la media. Nada de eso. Esta es la descripción de creyentes ordinarios, de todos aquellos que verdaderamente son hijos de Dios.

¿Qué es un cristiano? ¿Cómo se define?

Pues nada, un cristiano se define tanto por lo que cree como por lo que vive. La palabra fiel significa sencillamente creyente – alguien que cree. Tú reconoces a un cristiano porque él ha abrazado una serie de verdades sinceramente. Él cree en determinadas realidades y las confiesa. ¿No es esto importante? ¿No es esto importante estos tiempos?

Una de las definiciones de Pablo acerca del cristiano es que su mente ha aceptado como veraz las Escrituras. Él cree en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y la tierra; Él cree en Jesucristo como el Hijo eterno de Dios hecho Hombre; él cree que su muerte en la cruz es el único medio de reconciliación con Dios; él cree en la obra del Espíritu Santo santificado al creyente en introduciéndolo en la Iglesia. El cree en la infalibilidad de las Escrituras; etc.

El cristiano es un creyente… él es fiel a las Sagradas Escrituras.

Pero él también es un santo. La palabra santo significa escogido y separado por Dios. El cristiano es alguien que Dios ha escogido para separarle, separarle del pecado y forjar en él la belleza de Cristo. Por lo tanto, un creyente es alguien que no vive en la práctica del pecado, ni busca las cosas que busca el hombre sin Dios. No puede ser así.

Su vida ha de ser diferente, a demostrar las propiedades divinas, la santidad de Dios. No hay cristianismo sin vidas santas, sin obediencia.

 

Hermanos, ambas realidades caminan juntas: “santos y fieles”.

 

Terminamos este sermón con las palabras del saludo de Pablo.

(4) “Gracia y Paz, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (v.2).

Aunque vivimos en medio a grandes conflictos, lo que el apóstol desea que entendamos y a partir de lo que él desea que vivamos es esta “gracia y paz” que fluye de Dios nuestro Padre por mediación de Jesucristo. Él desea que entendamos su favor inmerecido, conquistado por Jesucristo en la cruz… y que eso pueda promover en nosotros Shalom, una profunda paz en Dios que nos capacite para vivir para su gloria (en santidad y fe).

Espero que el Señor nos ayude vislumbrar los tesoros del cielo.

 

 

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Fecha:
26/09/2021

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