“…el ser humano se siente más incierto de la gracia de Dios en su vida cuando ella está cercana que cuando está distante” Martín Lutero (Explicación del debate sobre el valor de las indulgencias, tesis 7).

Obra extraña de Dios

Muchas veces Dios está más cerca cuando parece estar más lejos; y, en ocasiones, su gracia se presenta en los lugares más oscuros de nuestras vidas. Es ingenuo pensar que la bonanza es evidencia cierta del favor divino, en cuanto las aflicciones muestran su desaprobación. Lo cierto es que el primer acercamiento de Dios a la vida del hombre puede ser una experiencia de lo más dolorosa. Como dice Lutero: “…cuando Dios comienza a justificar al ser humano, Él primero lo condena; Él destruye a quien quiere edificar, hiere al que quiere curar, mata al que quiere vivificar”[1]Lutero se refiere a esto como la obra extraña de Dios.

Esta obra extraña es lo que hace con que la gracia divina pueda estar más cerca cuando parece más distante. Los duros látigos de la mano de Dios pueden ser el preludio de su sanidad, y su ceño fruncido puede ser la antesala de un rostro sonriente. El acto divino por el que humilla a los hombres y les enseña el temor del Señor, es siempre el principio de la adquisición la sabiduría necesaria para la salvación. Así lo reconoció el salmista, cuando dijo: “Bueno me es el haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Sal 119:71); y: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra” (v.67).

De aquí aprendemos que las humillaciones pueden sernos de gran beneficio si nos empujan a descansar en la sola gracia de Jesucristo. Mediante todos estos quebrantos, es la voluntad divina que, desesperados de nosotros mismos, aprendamos a descansar en la palabra del evangelio. Este es el evangelio que proclama a Jesucristo como justicia de Dios en mi pecado, sabiduría de Dios en mi ignorancia, poder de Dios en mi debilidad. Y es de ahí que emana lo que Lutero llama la obra propia de Dios, aquella por la que, una vez quebrantados por su mano, Él derrama sobre nosotros su inconmensurable amor. Y este es el poderoso amor que nos impulsa a aprender sus estatutos y a guardar su palabra.     


[1] Lutero, Martín. Obras Seleccionadas, Vol.I.,Canoas: CO-Editoras, 2004, p.75. 


Pedro Blois

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