“Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo.” (Hb.10:5).

La navidad es fundamental para nuestra fe porque en ella el Padre le preparó un cuerpo al Hijo. Esto es lo que ocurrió en el seno de la virgen María. El Espíritu Santo vino sobre ella para que el Hijo Eterno de Dios tomase nuestra plena humanidad y se vistiese de nuestro cuerpo (Lc.1:35). Este es el cuerpo en el que Jesús consiguió nuestra salvación. Como Hijo de Dios, Él no podría morir por el pecador; como Hijo del Altísimo, Él no podría estar sujeto al sufrimiento y a la muerte. Por eso, el Padre le preparó un cuerpo.

El regalo de la Navidad es el bebé de María que nació en Belén; es el Dios Eterno que vistió nuestra humanidad; es la muerte del Dios Hombre que venció al pecado en la carne para redimir nuestra humanidad completa, incluidos nuestros cuerpos (Gl.4:4-5). Por lo tanto, en esta Navidad, agradece al Padre por haberle dado un cuerpo al Hijo; agradece al Hijo por haber redimido ese precioso cuerpo por la resurrección; y agradece al Espíritu Santo por hacerte partícipe de su poder. Que Jesús sea el centro de esta Navidad.

¡Feliz Navidad!