Porque Dios existe, es imposible escapar de su Presencia. El ateísmo no existe. Puede que sirva como malabarismo intelectual para mentes aburridas, pero no se sostiene en el mundo real. En el mundo de ahí afuera sólo hay dos opciones: adoras a Dios o a la criatura. Si dejas a Dios, proyectarás atributos divinos a las cosas creadas. Comenzarás a decir que la materia es eterna, que el dinero es omnipotente, que en el cuerpo está la belleza última, o que en la relación romántica se encuentra la fuente del amor. Estas son cualidades divinas que se le atribuyen a la creación. Becerros de oro a los que llamamos “nuestro dios”.

La pregunta no es si adoras a Dios o no, sino a qué “dios” adoras.

Presta mucha atención al “dios” que adoras, porque él determinará todo en tu vida: él regirá tus razonamientos más arraigados y tus convicciones más profundas; él gobernará sobre tus emociones y determinará tus decisiones; él pondrá las prioridades de tu agenda, determinará tu uso del tiempo y del dinero. En definitiva, tu vida será gobernada por el “dios” que se encuentra en el santuario de tu corazón.

Por lo tanto, considera que sólo el Dios Trinidad es digno de tu alabanza. A diferencia de los falsos dioses, Él creó los cielos y la tierra; Él juzga a los hombres con justicia y rectitud; en la Persona de su Hijo, Él llevó sobre sí el peso de nuestros pecados; y Él es el único que permanece contigo más allá de la muerte.

Ver: Romanos 1:18-25; Salmos 115:1-8; Isaías 45:5-7


Pedro Blois

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