“Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?” Salmos 11:3.

Nehemías oró. Fue lo primero que hizo al recibir la noticia de que los muros de Jerusalén estaban en ruinas (Nehemías 1:4). ¿Por qué la oración fue lo primero? ¿Por qué la oración siempre debe ser lo primero? Ante la crisis del matrimonio, la rebeldía de los hijos, las dificultades en el trabajo o los pobres resultados en el ministerio ¿Por qué siempre lo primero que debemos hacer es orar? Algunas respuestas rápidas:

Primero, porque si hay escombros en nuestras vidas, en última análisis, provienen de Dios. No podemos pensar que Dios no tiene nada que ver con los escombros. ¡Él es la causa final de que estén ahí! Vivimos delante de Dios. De su mano recibimos favor y juicio. Cuando hay escombros, hemos de comenzar por arrepentirnos. Y eso lo hacemos en oración. Pedimos perdón por nuestro pecado y por el pecado de aquellos que nos rodean – especialmente por aquellos que están bajo nuestra autoridad. Sin arrepentimiento, todo intento de restaurar las ruinas no pasará de papel mojado, no permanecerá.  

Segundo, porque la oración nos ayuda a tener un análisis certero de la situación. Antes de restaurar un edificio en ruinas, debemos ver el plano original y reconocer, a partir del plano correcto, qué está mal con él. Pues bien, para restaurar nuestras vidas, familia y sociedad, debemos ir a la Biblia en espíritu de oración para discernir cómo debía ser y qué está mal. Orando vemos la realidad desde la perspectiva divina.

Tercero, porque la oración clama por la intervención divina. En último análisis, las ruinas en las que estamos necesitan de Dios. ¡Sólo Él puede poner orden a este mundo caótico! Y al orar, pedimos que lo haga. Claro que vamos a trabajar, nos esforzaremos y haremos, por su gracia, lo que Él demanda. Pero la oración hace evidente nuestro reconocimiento de que dependemos por completo de Su gracia y poder. 


Pedro Blois

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